martes, 9 de diciembre de 2008

Ciento diez palabras


Mi boca alerta
de borrachera en vos:
mujer elíxir.
Ruego esa gota
que colme mi cuenco
y rebase asolador
tu noche en ascuas, o más tarde.

Me anudan sábanas
que ahorcan y devastan,
inundan y salpican,
tu libido absorta
tan líquida y tan tuya
que flota ardiente
sin excusas, o paredes.

Placer sin lentes,
labios de aroma a luz,
un eclipse de pupilas
que acarician tu solsticio
en el que vago y me entrego
cautivo en vos
como indómito, o redento.

No buscaba nada
y me arrasa todo,
escondido entre tus senos
refugio de miedos míos
edén de quimeras.
No te quiero viaje
sino fin de mil trayectos: la llegada.

¿Vuelo o caída?


Como aviones del amor
despegan desde la altura.
Arremolinan el aire,
con su carga de espasmos y vientos.

Acarician nubes,
abrazan el aire
estampados de vidrios y fuselajes,
sus corazones férreos flotan,
y deliran de brisas.

Ventanas aéreas,
visores hartos de ver pastos,
sólo la buscan
en el cualquier color
de su paisaje.

Hélices ardientes que propalan deseo,
con giros interminables
cómo pócima de vida alada
que empieza a despegar.

¿Volar o caer?

Beber tu mar


Ganas agrias de beberte mar
sin que quede gusto a bruma
y no estás aquí
océano de amor,
quizás te traiga la marea.

Espera en fuga


fuga el golpe de tus pies fríos,
contra un hueco convertido en casa,
cuando no hay lunas
que riegan de estrellas nuestra cama.

una fragilidad de etcéteras sin rimas,
derrite la escalera
que sube a borbotones
hasta mis sueños idos.

penetrar tu estufa sin calor,
o asaltar sin ruido tu costado azul,
que sin párrafos de amar
me grita excusas.

mil ojos y tu taza tibia,
espían tu fogón de leche,
a la luz de tu vientre,
que, fatuo, anida mis esperas.

Ciudad oculta


Mis átomos respiran
cuanto monóxido urbano
se encuentre atento,
esperando sin aletear
en cualquier esquina
de la ciudad salvaje.

Percibo el aire, enviciado,
casi líquido y carnal
que invade impávido
lo aún sin daño
y si algo puro queda
todavía, también.

Ya vencidos
rolamos entregados
al destino impúdico,
desvergonzadamente obsceno
de la gangrena cívica
que nos mancha negra.

Con voluntad indigna
de basuras muertas
yazco frente a los ojos
que nada juzgan
y todo compran
a cuotas vencidas.

Mi renuncia tardía
a lo procaz e innoble
antes que me vendan,
o que cambie un beso
de aquellos que un día di,
por un disfraz alquilado.